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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Oranges Are Not the Only Fruit
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9788426404589
Editorial: Trotta Editorial
Cuando le preguntan a Jeanette Winterson si “Fruta prohibida” es una novela autobiográfica, su respuesta es “No, en absoluto, y sí, por supuesto”.
La autora opina que su libro ha impactado a muchas personas no porque ofrezca respuestas sencillas, sino porque aborda preguntas difíciles y que, una vez que eres capaz de hablar de lo que te perturba, estás en camino de poder controlarlo.
Como la mayoría de las personas, Jeanette vivió mucho tiempo con su madre y su padre. A él le gustaba ver los combates de lucha libre y a ella pelear por lo que fuera.
Su madre nunca supo qué eran los sentimientos encontrados. Había amigos y había enemigos.
Los enemigos eran el demonio en todas sus formas, los vecinos de al lado, el sexo en todas sus formas y las babosas.
Los amigos eran Dios, la perra de la familia, la tía Madge, las novelas de Charlotte Brontë, las cápsulas para eliminar babosas y Jeanette, al principio.
Ella había llevado a Jeanette a casa para que la secundara en su lucha contra el resto del mundo. Su actitud respecto a la procreación resultaba misteriosa ya que no se trataba de que no pudiera concebir, sino que no quería hacerlo. Por eso decidió que la mejor opción que le quedaba era adoptar a una niña huérfana.
Una noche, mientras caminaba, su madre tuvo un sueño que continuó durante el día, en el que vio que debía conseguir un niño y formarlo para que se consagrase a Dios. Al cabo de un tiempo, ella contó que siguió una estrella hasta que se posó encima de un orfanato, y en el edificio había una cuna, y en la cuna, una niña. Ella dijo: “Es mía, me la envía el Señor”.
Jeanette y su madre solían ir a una colina cercana a su casa, donde la señora recitaba versos de la Biblia. Un día, mientras estaban allí, exclamó de repente: “Este mundo está lleno de pecado” y luego miró a Jeanette para decirle: “Tú puedes cambiar el mundo”.
El domingo era el día del Señor y el más activo de la semana. Esos días, la madre de Jeanette madrugaba y hasta las diez no dejaba entrar a nadie en el salón. Era su lugar de plegaria y meditación. Siempre rezaba de pie y de la misma manera.
En primer lugar, agradecía a Dios que le hubiera permitido vivir un día más, y a continuación le daba las gracias por conceder un día más al mundo. Por último, hablaba de sus enemigos.
En el momento en el que Jeanette oía las palabras “Mía es la venganza, dijo el Señor”, ponía agua a calentar. Lo que el agua tardaba en hervir y ella en preparar el té era más o menos lo que duraba el último punto de su madre: la lista de enfermos.
Jeanette echaba la leche, su madre entraba en la cocina y, tras tomar un gran sorbo de té, pronunciaba una de estas tres frases:
“El Señor es bondadoso”.
“¿Qué clase de té es este?”.
“¿Quién era el hombre más anciano de la Biblia?”.
La tercera podía variar, pero siempre era una pregunta de los concursos sobre la Biblia. En la iglesia se organizaban muchos concursos de preguntas sobre la Biblia y a su madre le gustaba que Jeanette ganara. Si Jeanette conocía la respuesta, su madre hacía otra pregunta; si no se la sabía, se enfadaba mucho.
Desde que los conoció, su madre se acostaba a las cuatro y su padre se levantaba a las cinco. Hasta cierto punto, eso estaba bien, porque si Jeanette se levantaba en plena noche no se quedaba sola. Casi siempre comían huevos fritos con panceta y su madre leía un fragmento de la Biblia.
Desde que nació, Jeanette daba por supuesto que el mundo funcionaba de manera muy simple, como una versión ampliada de la iglesia a la que asistía con su familia. Sin embargo, con el paso de los años descubrió que, a veces, hasta la iglesia era confusa.
En una ocasión, Jeanette se quedó sorda por varios meses, y su madre y varios miembros de la iglesia, creyeron que se trataba de un estado de éxtasis ocasionado por un encuentro con Dios.
Decían que se debía a que había llegado a la edad de siete años, una edad en la que sucedían cosas raras, como le había ocurrido a Elsie Norris, otra niña de la iglesia que tenía la edad de Jeanette.
Elsie era un gran estímulo para la congregación, ya que cada vez que el pastor pedía un testimonio de la bondad del Señor, Elsie se incorporaba de un salto y gritaba: “Oíd lo que el Señor ha hecho por mí esta semana”.
La realidad es que Jeanette no se encontraba en un estado de éxtasis sino que tenía una infección y debió ser operada para mejorar su estado de salud. Durante los días que estuvo internada, Jeanette pensó que se hubiera consumido de tristeza si Elsie no hubiera ido a visitarla diariamente y a contarle chistes e historias para animarla.
Elsie Norris le caía muy bien a Jeanette. Ellas comían una naranja todos los días, media cada una. Como Elsie no tenía dientes, hacía ruido al mascar. La gente solía mirarlas, pero les daba igual. Cuando no leía la Biblia ni contaba anécdotas, Elsie se dedicaba a los poetas, y hablaba de Swinburne y sus problemas y de la angustia de William Blake.
Todo el mundo le decía a Jeanette que encontraría al hombre adecuado. Lo decía su madre, lo que la desconcertaba, y lo decía su tía, lo cual le resultaba aún más desconcertante teniendo en cuenta que su tío era un hombre muy desagradable.
Jeanette no podía comprender cómo iba a encontrar al hombre adecuado si todos los hombres que conocía le parecían cerdos o bestias.
Una tarde, fue a la biblioteca y encontró un libro de cuentos titulado “La bella y la bestia”. En el relato, una joven hermosa se convierte en recompensa por un trato desventajoso que ha cerrado su padre. En consecuencia, ha de casarse con una horrible bestia o deshonrar para siempre a su familia. Como es buena, obedece.
La noche de bodas se mete en la cama con la bestia y, compadecida al ver que es una criatura muy fea, le da un beso. La bestia se transforma en un apuesto príncipe y a partir de entonces viven felices para siempre.
Después de leer el cuento, Jeanette pensó que en el mundo había hombres y había bestias. Entonces, se preguntó qué se podría hacer si te casabas con una bestia, ya que un beso no siempre resuelve el problema y las bestias saben disfrazarse de personas.
Había muchas mujeres y la mayoría contraía matrimonio. Si no podían casarse entre sí, y parecía que no era posible porque debían tener bebés, Jeanette supuso que algunas tendrían que desposarse con bestias.
Jeanette pensó que, por suerte, estaba destinada a convertirse en misionera, y por una temporada dejó de lado el problema de los hombres y se concentró en la lectura de la Biblia. Imaginó que con el tiempo se enamoraría, como todo el mundo. Varios años después, sin pretenderlo, así sucedió.
Una tarde conoció a Melanie, una chica que trabajaba en la pescadería a la que Jeanette iba con su madre, y quedó obsesionada con ella. La invitó a ir a su iglesia, Melanie aceptó y se hicieron muy unidas.
Jeanette comenzó a ir a casa de Melanie todos los lunes y eso la hacía muy feliz. Melanie era su amiga y, sin contar a Elsie, Jeannette no estaba acostumbrada a ese tipo de relación, aunque sentía que esta era diferente.
Una noche, fue a casa de Melanie y ella le dijo si quería quedarse a dormir porque su madre no estaba y no quería quedarse sola. Melanie acarició su cabeza por un largo rato mientras se abrazaban. Jeanette sentía que algo se movía en su barriga y estaba muy feliz.
De ahí en adelante, hicieron todo juntas y cada vez que podía, Jeanette se quedaba en casa de Melanie. Jeanette le preguntó si ella creía que su relación se trataba de una Pasión Contra Natura, a lo que Melanie le respondió que no parecía serlo, ya que según el pastor eso era algo muy malo.
En una ocasión, Jeanette decidió contarle a su madre lo que sentía por Melanie. Ella la escuchó atentamente mientras asentía con la cabeza y luego, simplemente, le dijo que se fuera a acostar mientras tomaba su Biblia otra vez.
Unos días después, mientras estaban en la iglesia, Jeanette estaba absorta en las meditaciones cuando se dio cuenta de que ocurría algo inquietante. Reinaba un silencio absoluto y su madre estaba llorando en la tarima con el pastor a su lado.
El pastor pidió a Jeanette y a Melanie que se acercaran a la tarima y cuando se encontraron frente a él, dijo frente a todos los miembros de la iglesia que ellas dos habían caído bajo el maleficio de Satán.
Ambas fueron obligadas a mostrar arrepentimiento y fueron separadas. Melanie fue enviada de viaje por unas semanas. Jeanette sintió que había abierto su corazón y que había sido castigada por ello.
Así como sucedió con Melanie, volvió a ocurrir lo mismo con otras muchachas con las que Jeanette sentía que tenía una conexión especial. No podía comprender cómo lo que sentía podía tratarse de algo tan terrible y que lo correcto fuera que se resignara a que algún día se enamoraría de una bestia. No podía aceptarlo, y su madre no pudo aceptarla a ella.
Su madre quería que se fuera de su casa y de la iglesia, y contaba con el apoyo del pastor y de casi toda la congregación. Decía que Jeanette la enfermaba, deshonraba la casa y llevaba el mal a la iglesia.
La muchacha pensó que ya no tendría escapatoria. Tomó la Biblia y pensó que la colina era el único sitio al que podría ir. Sabía que estaba en problemas, al parecer porque todo giraba en torno al hecho de que se enamoraba de quien no debía. Eran personas adecuadas en todos los sentidos, pero eran mujeres y el amor entre dos mujeres era pecado.
Jeanette se fue de su casa e inició una nueva vida lejos de sus padres y de la iglesia. Muchas veces echaba de menos a Dios y estaba convencida de que no había sido Dios quien la había traicionado, sino sus seguidores.
No estaba segura de que Dios existiera siquiera, pero creía que si Él era el modelo en el terreno afectivo, había muy pocas relaciones humanas que pudieran estar a su altura.
De todos modos, ella siguió creyendo que algún día sería posible. Una vez pensó que así era, y fue esa sensación fugaz la que la hizo atreverse a hacer su propio camino, buscando el equilibrio entre la tierra y el cielo.
Esta maravillosa obra ha animado a muchas personas a encontrar su voz aunque nadie parezca estar dispuesto a escuchar. Definitivamente, constituye una lectura muy necesaria para todas aquellas personas que se encuentren en conflicto para encontrar su verdadera identidad.
En “¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?”, de la propia Jeanette Winterson, encontrarás la inspiradora historia de vida de la escritora británica, contada por ella misma.
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Nacida en Manchester en el año 1959, es una escritora reconocida como una de las principales exponentes del posmodernismo anglosajón. Algunas de sus obras más reconocidas son “Fruta Prohibida” (1985), “Escrito e... (Lea mas)
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